Ya no te quiere, y mucho menos tú a él. Sí, ya lo sé, es duro, pero también eran duros los jarrones que rompió, las puertas que atascó y los recuerdos que quemó. No es fácil dejar de mirar atrás. Mira sus manos, hay más sangre tuya en ellas que circulando por sus venas. Cuando te pregunto si sigues enamorada de él, tu cabeza es incapaz de decir que sí. Ni tan siquiera recuerdas haberlo estado alguna vez. ¿Es que no te das cuenta de cómo estás desperdiciando tu vida a su lado? Mamá, déjalo ya.
Pensé que sus manos debían temblar a una escala 7 de Ritcher, y que su corazón estaba latiendo de manera desorbitada, pero ella estaba tranquila, ya estaba acostumbrada. Ese era el error, se había acomodado en un sillón de espigas, y quisiese o no, era mi obligación hacerla levantar. Ella me dice que será fuerte, lo suficiente como para tomar la gran decisión, pero que no puede decirme cuándo. Y mucho menos, prometerme que alguna vez lo hará.
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