Todos los días sucede algo que no me agrada, cometo errores nuevos, tropiezo con viejas piedras, digo cosas de las que me arrepiento al instante, palabras que no debería haber dicho, o peor aún, olvido decir otras que quizá eran más importantes. Llega un momento en el que las marcas de la pared para medir tu altura dejan de subir. Y nos damos cuenta de que el verdadero crecimiento va por dentro, sin límites, sin barreras. La libertad de poder aprender algo nuevo en todo momento, es lo que nos hace grandes.
El día a día es una continua caída detrás de otra, pero mientras siga habiendo un suelo para poder levantarnos, seguiremos sintiéndonos vivos.
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