Nos sigue alguien. Lo noto, lo huelo, intuyo su presencia, su sombra lánguida, su vocecita apenas apreciable. Miro hacia atrás y se muestra esquivo, huidizo. Viene tras nosotros, es implacable, quiere alcanzarnos, ponerse a nuestra altura, ser siniestra compaña en noche oscura. Surgen el miedo y las preguntas: ¿Qué querrá de nosotros? ¿Por qué nos persigue? ¿No podremos zafarnos de nuestra presencia? Nos comemos el coco más y más. Huimos, cada vez más rápido, no encontramos respiro de este ser que nos atenaza, que nos desasosiega... El horror...
A los pocos metros, se detiene, se muestra, nos mira y decide volver sobre nuestros pasos. Kierkegaard nos da la espalda pensando en lo gilipollas que hemos sido haciéndole protagonista de nuestros desvelos... Hijoputa gato.
Kierkegaard, de espaldas. Misterio.
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