Tras años de vísceras emocionales, nuestras costillas rotas por el peso del mundo. Tras días de eterno retorno a la tortura consuetudinaria, nuestros ojos anegados por el brío del mar. Tras horas de granítico estatismo, como flores cortadas por la luz del sol. Tras una vida entera dedicada al dolor.
¿Aún te atreves a decir que el antagonista soy yo por no invocar el perdón? ¿Culpable de no ser yo quien recoja los platos del suelo? Con sumo aire fresco puedo gritar, que no era mía la sangre derramada de aquel verano. Como pájaros en la mira vamos cayendo uno a uno. Qué es la familia más que la sangre de una sonrisa falsa.
Ella me preguntó que cuándo tenía pensado acabar esta batalla, mi respuesta fue que en ningún momento la había empezado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario