verdes por antonomasia,
vivos por naturaleza,
valientes por bonanza,
viejos por cordura,
violentos por supervivencia,
veraces por nobleza,
vulnerables por delicadeza.
La lluvia secaba las tierras;
por su ausencia,
por su abandono,
por su nostalgia,
por su añoranza,
por su fervor,
por su agasajo,
por su salazón.
El aire nublaba las plantas;
la incógnita del brezo,
la sombra del pino,
la analogía de la sabina,
la brisa de la adelfa,
la alusión del lentisco,
la bondad del junco,
la soledad del barrón.
El fuego ahogaba las vidas;
decapitaba las astas,
degollaba las almas,
envenenaba las leprosas,
abrasaba las plumas,
lapidaba las razas,
atropellaba las fieras,
exaltaba la identidad.
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