Fueron las palabras de mi madre, así, directas y cortantes. Era la segunda vez que tomaba una decisión como esta en mi vida, y es que no me gusta decidir por la gente, prefiero que tomen ellos las decisiones. Ella vio en mis palabras y mis ojos que no quería hacerlo, que jamás lo hubiese hecho y que hubiera preferido esperar a que me lo hiciesen, otra vez. Ella supo ver lo que yo di y los esfuerzos tan enormes a los que estoy dispuesto a soportar por una persona, que mi optimismo se vio anulado en palabras que resumían el año en palabras crueles, jamás se le dice a un hijo o a un hermano "lo único que me has dado en la vida son disgustos y dolores de cabeza", ni tampoco a alguien a quien amas, y no soy rencoroso, soy justo. Dar el paso es mucho más duro a esperar que lo den, no voy a negar que en otro momento, otra situación u otro lugar, todo iría mejor, pero si yo me he dispuesto a cambiar y sacrificar, no es para darle el gozo a alguien que no lo hace por mi. Mi madre me preguntó si voy a seguir así el resto de mi vida, yendo y viniendo con caras nuevas, le dije que le diese la misma importancia a esas personas que a mis amigos, que éstos también vienen y se van en tu vida y precisamente los últimos que he tenido no he sido yo quien los ha dejado de lado, me dijo que este año me sirvió para aprender, que lo importante es conocer a la persona, tener tiempo e intimidad sólo y exclusivamente para los dos, aprovechar los lugares y momentos alejados de nuestros entornos familiares y amistosos, para no involucrarlos, durante un largo tiempo, y una vez asegurado el bienestar, dar el paso a abrirse a los demás, ya que antes de cultivar, hay que sembrar, no al revés.
Pero bueno, no importa, hoy mi hermana me ha dicho que tengo los ojos muy bonitos.
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