Mi madre solía contarme sus pesadillas, no sus sueños, no, al parecer sólo les daba importancia a aquellos que le hacían temblar, sufrir y sudar, eran más auténticos y fieles a la vida real. Ella me llamaba cuando ya estaba en su cama, me pedía que me tumbase y me contaba todos sus malos sueños. Había uno que solía perseguirle; los fantasmas del pasado, aquellos familiares y personas que ya no estaban en su vida, y la muerte, como si intentasen llevársela, al más allá, un lugar más merecido y placentero para ella que la realidad que estaba viviendo. Siempre solía relatar los sueños de manera trágica, tratando de buscar un por qué, un sentido o una razón, e incluso una relación con la vida real, hasta me pedía que pensase con ella, pero mi ayuda no servía de mucho.
Hoy soy yo el que os invita a mi cama; he dejado un hueco para poder contaros otro de mis infortunios, ya que nunca está de más dejarse conocer un poco más, valga la redundancia.
Hoy ha vuelto a suceder, no es la primera vez ni seguramente la última, yo también tengo un sueño que me persigue desde mucho antes de tener bigote. Lo que hay en mi cabeza no se puede describir con palabras, soy una persona que la utiliza durante las 24 horas para pensar, pensar y pensar, sin parar, maquinando o idealizando, no sé si es por esto o no tiene relación ninguna por la que suelo soñar de manera abundante y tener sueños muy llamativos y extravagantes, a veces sin sentido, otros con algo más de cordura y algunos que no hay por dónde cogerlos, pero hay solamente uno que logra repetirse cada cierto tiempo y no irse de mi cabeza, y está relacionado con zombis. Los llamo así porque tras haber visto miles y miles de películas y haber leído tanta literatura fantástica, es lo más parecido a ello que puedo encontrar. Ya desde que era pequeño, antes de saber lo que era un zombi, ya era hostigado por estos seres mientras dormía.
Normalmente suelen repetirse la cadena de sucesos del sueño y variar el lugar y la compañía entre uno y otro. Recuerdo haber estado atrapado en mi campo, en mi propia casa y en algún que otro sitio relacionado conmigo que pueda usar de refugio. Es angustia por el porvenir lo que siento cada vez que sueño con esto, sé perfectamente que una horda de zombis va a venir y se está acercando, pero aún les queda un rato para ello, mi corazón está acelerado pero yo intento mantener la calma, sé que no soy un superhéroe y que no es una película de acción, por lo que no puedo hacerles frente, así que busco un armario o un pequeño escondite que, aún sabiendo que me van a encontrar con facilidad, me de esa pequeña seguridad que necesito para evitar entrar en pánico. No hace mucho, un día que se quedó mi hermana a dormir en mi piso, soñé que nos encontrábamos los dos precisamente ahí, y que los zombis estaban viniendo, así que me escondí en la parte superior del armario a esperar que viniesen, sin saber cuál fue el destino de mi hermana. El último que tuve fue muy curioso, ya que era bastante diferente; primero salvaba a unos niños, les evitaba una muerte segura, y luego yo me encontraba en una sala la cual no podía cerrar completamente, por lo que los zombis entrarían y me encontrarían tarde o temprano. Estaba con un amigo y un perro que jamás en mi vida creo haber visto, había como una especie de estalactita verde hecha de gusanos y mucosidades y una puerta de metal. Allí los aguardé de manera sosegada.
Nunca llegan los zombis, el sueño siempre acaba en el momento que me encojo en un lugar escondido mientras los espero, momento en el que me despierto con el corazón a mil, totalmente sudado y obligado a levantarme a por dos vasos de agua; uno para beber y otro para echármelo por encima.
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