Un hombre solo. Un viejo. Un ojo velado. Una confesión. Un asesinato. Con escasos mimbres, con escasos datos, Edgar Allan Poe traza uno de sus más célebres relatos cortos, otra de esas perlas publicadas a sueldo en un periódico cualquiera y que fue lo que mantuvo con vida y cierta dignidad al escritor.
En "El corazón delator" estamos ante un relato desasosegante, esquivo, duro, directo, un retrato psicológico puro que más que a personajes otorga el protagonismo a una mente desquiciada que busca venganza y la encuentra. La narrativa de Poe en "El corazón delator" es hosca, negra, pesimista, la viva visión de la locura en palabras de un hombre que apenas nos cuenta detalles de su aversión hacia ese otro personaje que nunca aparece en el relato... porque más que él, el motivo de la aversión de ese ignoto protagonista no es el viejo per se, sino su ojo azul, pálido, velado tras una membrana y que se asemeja al de un buitre.
Tampoco conocemos (ni por Poe ni por el protagonista), los motivos de su inquina hacia el anciano y posterior asesinato. Simplemente "le molestaba". Implica esto un juego diabólico sostenido por una premisa imprecisa pero que resulta del todo magnética para el espectador: el realizar un acto tremendista y vil (como es un asesinato), por una razón no sabida o no precisada. De ahí que el retrato psicológico sea el absoluto protagonista de toda la narración. Y de ahí la maestría de Poe por mostrarnos en unas escasas páginas que los terrores más reales quizás son los más cotidianos.
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